La actividad de este sábado, fué doble (Cueva de la Excéntrica y Ferrata de Igualeja). A ella asistieron; Daniel Blanco, Fina, Jaime, Liane, Marisa, Mª Carmen, Nicolás, y Javier Martín como Coordinador, guardando la seguridad en todo momento, y es de agradecer que comparta con nosotros sitios tan peculiares y maravillosos.
Primero nos adentramos en la cueva de la Excéntrica. La subida hasta la entrada es empinada y rocosa poniendo a prueba nuestros cuadriceps y gemelos, lo cual sirvió estupendamente como calentamiento. El punto de entrada es estrecho, había que pasarlo casi arrastrándose pero daba lugar a una sala espaciosa con techos elevados, permitiendo la progresión de forma cómoda, de pie, en la mayor parte del recorrido, y alejando así cualquier sensación de claustrofobia. Lo que más se podía apreciar eran estalagtitas y estalagmitas, y el color rojizo de las paredes y suelos. Las había de todos los tamaños, pero de formas concéntricas mayormente, de ahí recibe su nombre la cueva. Esta, cuenta con dos partes, una seca y otra húmeda a la que se accede a través de una cuerda. Estábamos tan ensimismados contemplando la riqueza de la roca caliza que a más de uno se nos olvidaba mirar abajo y tener en cuenta que también había un poco de caída y cuando te percatabas se escapaba algún que otro «¡Ahí Dios mio!». Dentro del agua, el recorrido se estrechaba, estabas entre paredes, y podías nadar tranquilamente o caminar e ir viendo y tocando las formaciones a tú paso. Aprovechábamos cualquier trozo de roca parecida a un asiendo para escapar del frio del agua. La naturaleza, que es muy sabia, guarda lo mejor para el final. ¿Quien iba a pensar?, que a través de un hueco sobre el agua parecido a un «anillo» pasaríamos a contemplar un espectaculo «La galería de las excéntricas» con una riqueza en formaciones que quita el sentido: órganos, cortinas, columnas y miles de estalagtitas y estalagmitas decorandolo todo. Antes de salir tuvimos nuestro momento «zen/disfrutón», apagamos las luces de los cascos y nos mantuvimos en silencio escuchando las gotas de agua caer. ¡Fue espectacular!. Una vez fuera la sensación es de haber estado en un verdadero spa. Marisa lo describió perfectamente; ya nunca más volveríamos a pisar aquella zona de la misma manera sabiendo que debajo estaba esa maravilla.
Bajamos la colina casi en silencio, rememorando cada uno mentalmente la experiencia que habíamos vivido. Y nos dispusimos a iniciar nuestra segunda aventura: la Ferrata de Igualeja, pasando por el nacimiento del genal, con esas aguas cristalinas de color esmeralda que van abriendo boca de la belleza del paisaje que nos vamos a ir encontrando. Es una vía perfecta para principiantes, la mayor parte de la travesía en horizontal, aunque tiene subidas, bajadas y tramos desplomados que superan los 30 metros de desnivel. La entrada pone aprueba tus brazos, te vas encontrando con repechos y algunos pasos técnicos, pero tiene buenas zonas de descanso. Utilizar la tercera vaga se convertía en algunos momentos en una delicia más que en una obligación, porque te permitía disfrutar del paisaje y aprovechar la brisa que corría para recuperarse. La sensación al acabar es de que se queda corta, que ha sido poco tiempo.
Para finalizar había que reponer las energias y líquidos perdidos y… ¿qué mejor forma?, que con una cerveza bien fresquita y un plato de los montes con vistas al río.
El tiempo nos acompañó en todo momento, pero lo mejor de la experiencia fueron las risas y charlas que nos echamos a cada paso del camino. Con gente tan estupenda…¿quién se resiste a la siguiente actividad?.