Por fin, tras varios fines de semana posponiendo la actividad por la climatología (cuando no nevaba, había vientos de más de 80 km/h y temperaturas por debajo de los -20º…), este fin de semana parece que el tiempo nos da una tregua, poco viento, despejado y aunque las temperaturas estarán entre los -3 y los -10, bien abrigados tiramos para Sierra Nevada. Lo único que nos preocupaba un poco eran las predicciones de mucho hielo, cosa que al final solo fié así en la parte alta, el resto nieve polvo estupenda.

Así que a las 7 de la mañana del sábado 12 de Marzo de 2016, nos subimos Javier Martín, Marisa Van Liempt, Pablo Enciso, Lupe Vázquez y un servidor, Daniel Blanco, al coche rumbo a una gran aventura. Algunos nervios en el estómago debido a que para la mayoría era si bien no nuestra primera aventura en alta montaña, si invernal, con nieve, hielo y frío, y sobre todo con equipo que no habíamos usado antes (crampones, piolets, etc).
Pequeña parada en Cenes de la Vega a recoger el equipo y un rápido desayuno y enfilamos el último tramo de carretera para subir a la estación de esquí, para encontrarnos que además de nosotros, varios miles de personas han aprovechado el buen tiempo para subir. Caravana de coches en la subida, guardia civil cortando el acceso al pueblo, carretera hacia la Hoya de la Mora cortada…
Al final tenemos que dejar el coche en el borde de la carretera a casi 1,5 km. de nuestro punto de partida y subir andando por el asfalto con todo el equipo a la espalda.

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Por fin a las 12:30 conseguimos meternos en la nieve, colocarnos todo el equipo y estar listos para comenzar la aventura. Una rápida revisión a los crampones  polainas, guantes, piolet, bastones para comprobar que no nos dejamos nada, una pequeña clase de técnica de avance y sobre todo autofrenado en caso de caída en hielo por parte de Javi, y empezamos a subir. Las vistas ya desde aquí del pico del Veleta son espectaculares, parece tan cerca…, que equivocados estamos, je je.

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Ya desde los primeros pasos podemos comprobar que la subida va a ser extremadamente dura, avanzar clavando los crampones en la nieve, tirar de ellos y levantar el pie de la nieve, y volver a bajar con fuerza para clavar otra vez, un paso tras otro, es mucho más duro de lo que parece.

Trás las primeras palas de nieve, bastante en mejor estado de lo que pensábamos, hacemos una paradita de 1 minuto para la típica foto de grupo en la Virgen de las Nieves, no llevamos ni 10 minutos avanzando y ya vamos sudando.

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Seguimos subiendo, la inclinación de la pendiente va en aumento y hay que tratar de seguir la trazada de nuestro compañero, ya que fuera de la misma la nieve está muy blanda, clavándonos más de 20 cms. en ella al avanzar, lo cual hace aun más dura la subida. A pesar de estar bajo cero y habernos aligerado mucho de ropa, nos caen los chorros de sudor por la cara. Eso si, las vistas son maravillosas, todo alrededor nuestra es blanco, cuando llegamos al final de una gran cuesta, vamos viendo al fondo (curiosamente cada vez parece estar más lejos en lugar de más cerca) nuestro destino final, el pico del Veleta, majestuoso, invitándonos a superar el cansancio y seguir adelante.

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Una vez superados los 2.700 o 2.800 metros de altitud, la falta de oxígeno, sumada al cansancio acumulado ya y a la dureza de las cuestas que subimos, cada vez con mayor inclinación, empiezan a hacer un poco mella en algunos de nosotros. Ya no hablamos tanto, solo nos concentramos en seguir adelante y aprovechar al máximo cada helada bocanada de aire que respiramos.

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El paisaje es cada vez más espectacular, dejamos abajo la estación de esquí, cada vez nos cruzamos con menos esquiadores, a los que vemos deslizarse por la blanca nieve como pequeñas hormiguitas negras muy abajo. Seguimos subiendo casi sin descanso, alguna cortísima parada para una rápida foto, para coger aliento o beber y comer algo ligero. El frío ya se empieza a notar bastante (la temperatura ya debía rozar los -10º) y tenemos que abrigarnos bastante más, a pesar de que seguimos sudando por el tremendo esfuerzo de la subida.

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Llegando a los 3.000 metros, yo llevaba un rato encontrándome “raro”, pero pensaba que sería del esfuerzo, pero empiezo a notar mareos, repentinas faltas de aire que me hacen respirar como un pez fuera del agua y alternando momentos que los que puedo avanzar relativamente bien, con otros de auténtica agonía en los que cada paso es un sufrimiento. Confirmado, me ha pillado bien el “mal de altura”, nunca antes me había pasado, pero se pasa bastante mal. Lo comento con mis compañeros, ya que lo estoy pasando mal y no tengo claro si seguir adelante o no. Al final decido intentar seguir un poco más, ya que nos quedan pocos metros para llegar a las Posiciones del Veleta, y una vez allí decidir.

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Estos últimos metros a mí personalmente se me hacen eternos y avanzo sufriendo paso a paso, pero en alta montaña esta claro que un alto porcentaje, aparte del nivel técnico y físico, es mental, tienes que seguir avanzando a pesar de todo, y así me esfuerzo a hacerlo. Una vez llegamos a las Posiciones del Veleta, la vista nos quita el poco aliento que nos quedaba, asomarnos al barranco con cientos de metros hacia abajo de caída libre, la visión de la cara norte de los mayores picos de Sierra Nevada, todo totalmente blanco cubierto por la nieve y el hielo, son absolutamente sobrecogedoras y te hacen sentirte muy muy pequeño.

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Aprovechamos para hacer un pequeño alto, inmortalizarnos en fotografías en ese impresionante lugar a 3.100 metros sobre el nivel del mar, con el pico del Veleta, el Mulhacen, la Alcazaba y demás tresmiles enfrente nuestra. Aunque ya había estado allí y me había parecido espectacular, no lo había hecho en invierno, y realmente te deja sin palabras. Nos llama la atención dos minúsculos puntos negros que vemos en un cortado justo debajo del pico, en una pared totalmente vertical, sobre todo cuando descubrimos que son alpinistas escalando por ahi, impresionante.

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Descansamos un poco, comemos algo rápido porque hace mucho frío y decidimos seguir adelante (yo parece que me había recuperado un poco y quiero tratar de terminar la aventura, aunque sabía que me iba a costar muchísimo), pero subiendo por la pala más dura de todas, la más corta, pero impresionantemente vertical y técnica, ya que desde donde nos encontramos se ve totalmente helada. Otros alpinistas que lo habían intentado nos confirman nuestras sospechas, informándonos de las enormes placas de hielo y la dificultad de la subida, de hecho ellos se vuelven tras haberlo intentado.

Comenzamos ese último tramo ya viendo el pico del Veleta realmente cerca, avanzando con extrema precaución por una pala con una inclinación lateral que da vértigo, totalmente congelada, clavando los crampones lo más que ponemos, para cada paso que damos tenemos que golpear el hielo con fuerza varias veces para al menos conseguir “arañar” la gruesa capa de hielo y conseguir un mínimo de apoyo para los crampones, igualmente hacemos con los piolets, que clavamos todo lo fuerte que ponemos para tener otro pequeño punto de apoyo en la pared.

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El avance es muy lento, ya que cualquier error puede ser muy peligroso. Un pequeño resbalón de un miembro del grupo que consigue clavar a tiempo el piolet en el hielo para frenar su caída de unos metros por la ladera helada (gracias Javi por toda la técnica que nos has ido enseñando a lo largo de la subida, je je), seguido de otra caída del organizador de la actividad al intentar ayudar a esta persona, hacen que una vez han vuelto ha subir donde estamos los demás y solo teniendo que lamentar la pérdida de un bastón que desapareció resbalando por el hielo ladera abajo, nos hacen replantearnos el avance por este punto.

Nos aseguramos lo mejor posible en la precaria ladera helada donde estamos y Javi se adelanta un poco a ver como sigue el hielo más adelante. Vuelve rápidamente para informarnos que la cosa está muy peligrosa, se pone aun peor y tendríamos que ser alpinistas muy expertos para continuar por ahí. Así que decidimos no jugarnos el tipo y retroceder por nuestros pasos para intentar atacar la cumbre desde otro lado, aunque ello suponga dar un rodeo.

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La vuelta hasta donde la nieve vuelve a aparecer y los crampones agarran de nuevo, a pesar de ser solo unos cientos de metros, se hacen muy largos, debido a la dificultad de seguir avanzando por hielo duro como un cristal. Una vez pasado este tramo de hielo, bajamos por una pala de nieve virgen empinadísma que no es que agarre bien, es que literalmente avanzamos clavándonos en ella hasta la rodilla, durito, durito para lo que llevamos ya en las piernas, je je.

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La cosa se complica, se empieza a meter niebla, vemos como avanza rápidamente en nuestra dirección y hacia la cumbre. Aceleramos un poco el paso, para llegar a un punto donde la niebla empieza a rodearnos. Paramos y nos volvemos a plantear el tema. El tiempo perdido en la placa de hielo, la vuelta por el mismo y el rodeo que estamos dando nos han hecho perder un tiempo precioso. Aunque ya vemos la cumbre muy cerca, siguiendo el rodeo que tenemos que dar para asegurar que no haya ningún accidente, aun nos quedarían al menos 45 minutos para llegar, pero luego hay que volver hasta los coches que como mínimo son dos horas largas, son más de las 4:30, hacemos cálculos y se nos haría de noche en la bajada, y sumado a que la niebla nos está rodeando y probablemente arriba sea aun peor (nos arriesgaríamos a tener que avanzar por laderas con enormes placas de hielo y sin ninguna visibilidad), sintiéndolo mucho ya que abandonar tan cerca, ya viendo la cumbre ahí al lado, nos duele mucho, pero es lo más sensato y tenemos que anteponer la seguridad a las ganas de llegar a la cima, así que decidimos darnos la vuelta y empezar la bajada, nos hemos quedado aproximadamente sobre los 3.200 metros de altitud y a unos pocos cientos de metros de la cumbre.

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La bajada se hace más llevadera, aunque también hay que extremar las precauciones para no salir rodando cuesta abajo, el avanzar bajando es menos duro que subiendo, sumado a que cuando más bajamos más oxígeno tenemos en el aire, yo al menos me encuentro mucho mejor, cada paso que doy se me va pasando más el mal de altura y una vez por debajo de los 3.000 metros estoy totalmente recuperado y de hecho me siento de maravilla, con energía totalmente renovada, que curioso es esto del mal de altura…

De vez en cuando vamos mirando hacia atrás y aunque no nos alegramos de habernos dado la vuelta, si es cierto que nos damos cuenta que es lo mejor que hemos hecho. El pico del Veleta ya ni siquiera de ve, está totalmente cubierto por las nubes que además se mueven con rapidez allí arriba, lo cual indica que además el viento debe de estar arreciando con fuerza.

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El resto de la bajada la hacemos entre risas, charlas, comentarios de la experiencia vivida, compañerismo y amistad a tope. A ratos avanzamos en silencio, ya que al haber cerrado la estación de esquí hace tiempo y no quedar esquiadores y tan solo cruzarnos de vez en cuando con algún alpinista como nosotros, la sensación de inmensidad y tranquilidad, silencio y paz es impresionante, como decía uno mis compañeros, “vuelvo a casa con el alma llena”, entre la aventura vivida y la paz que se respira ahora, es como si Sierra Nevada, esa montaña hace un par de horas rugía llena de esquiadores y bullicio, ahora nos perteneciera solo a nosotros.

Llegando a la Hoya de la Mora, donde nos quitamos el equipo de nieve para afrontar el último tramo de asfalto hasta donde habíamos dejado el coche hace casi 7 horas, podemos disfrutar de un espectacular atardecer alpino, que ilumina de naranja la cumbre del Veleta con literalmente el último rayo de sol del día. El pico se ha despejado de nuevo como queriendo invitarnos a intentar subir de nuevo otro día, le tomamos la palabra.

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En resumen, una experiencia brutal, durísima y bellísima de superación personal ante nuevos retos contra la dureza y las adversidades (léase en mi caso el mal de altura, je je), de compañerismo y amistad. Esos paisajes alpinos quedarán grabados para siempre en mi retina, aunque agotado físicamente, estoy absolutamente feliz y deseando emprender la siguiente aventura.

Gracias como siempre a los compañeros, por los maravillosos ratos vividos, por apoyarme en los momentos complicados de la ascensión y sobre todo a Javier Martín por que como siempre ha organizado perfectamente una actividad estupenda, ha compartido parte de su sabiduría alpina con nosotros y sobre todo por anteponer la seguridad a todo lo demás, cuando a pesar del riesgo y el cansancio aun le seguíamos diciendo de intentar hacer cumbre (si, si, también recordaremos el grito que nos pegaste como si fuésemos niños de colegio para que nos callásemos y nos diésemos la vuelta, cuando estábamos alborotados cada uno diciendo por donde podíamos afrontar la subida, je je).

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Hasta la próxima, nos vemos en las montañas.
Daniel Blanco